I. La encrucijada
La comprensión de una época implica desentramar los criterios que instituyen la coherencia normativa que regula las relaciones humanas de una sociedad.
Ahora bien, uno de los grandes aportes de Michael Foucault (1975) -quien renovará el estudio de la política moderna- fue el descubrimiento de que el poder y la dominación en la modernidad no responden a la representación de la crueldad de un amo y señor que avasalla a la plebe. Sino que el poder en la era moderna se produce gracias a ciertos artificios que se instalan en todos los órdenes de la vida cotidiana. Además, tuvo la lucidez de hacer de estos medios de dominación algo positivo en el sentido de su materialidad. Son artificios que existen concretamente y que llamó genéricamente “dispositivos”. Estos producen saberes y fundamentan prácticas que a priori pueden parecernos de lo más inocentes ya que son el andamiaje habitual de muchas instituciones.
Cabe la pregunta ¿Qué se quiere dominar? cada sociedad tiene una forma de nominar y localizar eso CONTRA lo que se ejerce la dominación. En las sociedades modernas, las prácticas de dominación o “disciplinas”, se ejercen sobre el cuerpo en tanto este alberga la maliciosa sexualidad. Por medio del dominio del cuerpo se lograba dominar la sexualidad como representación de la sustancia viva. La construcción del eje biopolítico (1978-1979) le permite realizar un estudio detallado y pormenorizado de la dominación.
Ahora bien, ¿Qué transformaciones encontramos actualmente en estas prácticas que organizan las relaciones sociales?
Uno de los hechos que caracterizan nuestra época, como señalara Jaques Lacan (1975), es la unificación de la ciencia moderna a partir del siglo XVII. Esta unificación marchó de forma correlativa y solidaria con el desarrollo del capitalismo e implicó la creación de un mercado de saber. De este modo el saber empezó a participar en la producción de bienes. La articulación entre el saber científico y el mercado es imprescindible para configurar nuestra época.
Es su libro “El hombre postorgánico”, respecto de esta articulación entre la ciencia y el capitalismo post industrial, Paula Sibila (2005) se pregunta “¿Cuál es la relevancia biopolítica de estos nuevos saberes que se aplican a nuestros cuerpos y almas?” (pág. 230). La aplicación de estos nuevos saberes refiere a los descubrimientos en el campo de la genética, más precisamente al código inscripto en el ADN.
Según ella, en el orden de nuestra actualidad, el código genético ocupa el mismo lugar lógico que la sexualidad ocupaba en la época moderna. La dominación se ejerce ahora sobre el código genético mediante un enorme y complejo aparato productivo. Según sus estudios es de este modelo de donde se extraen los criterios que caracterizan nuestra actualidad… el código, lo digital, lo virtual, etc. Por medio de la metáfora de “programación genética” se produce campo abierto a las prácticas de producción y corrección genética en todos los órdenes de la vida. De este modo el criterio genético no se limita a un área de estudio, disciplina u objeto sino que se impone atravesando toda diversidad cultural, social, histórica, singular, etc.
Estas son algunas líneas que configuran de forma general nuestro mundo actual caracterizado por el auge de la ciencia. Aunque, sin embargo, hay un reparo que no podemos pasar por alto: los fenómenos del campo de la locura resisten al ejercicio de la adaptación que proponen los sistemas de control y dominación articulados a la ciencia.
En el capítulo “Espejismos del peritaje”, Roudinesco (2005) nos dice que “para comprender como hemos podido pasar en un período de treinta años desde un enfoque estructural del sujeto que tenía un cuenta sus afectos, su vivencia existencial, una lectura de su vida inconsciente o de la de su entorno a una compartimentación “ateorica” de sus comportamientos, es preciso que sepamos en primer lugar que los procedimientos para evaluar al psiquismo nacieron, después de 1970, de una VOLUNTAD de los responsables de las políticas de salud públicas con vistas a reducir de modo drástico el costo de las financiaciones de todas las formas de patologías…” y denuncia “¿Quién reuniría las condiciones para evaluar al evaluador? ¿cómo controlar las desviaciones provocadas por los espejismos de esta ideología de peritaje generalizado que ha invadido la sociedades democráticas y pretende en nombre de la seguridad de la población, controlar lo incontrolable?”.
Por fortuna, en la conferencia “El final del DSM y el futuro de la clínica”, Eric Laurent fecha el año 2013 como el principio de la crisis y final del DSM. Los científicos asombrados parecen despertarse de una pesadilla. Reconocen que los procedimientos implicados en la implementación de las prácticas basadas en el DSM no tienen carácter científico, revelando por lo tanto, su carácter burocrático al servicio de la administración de recursos financieros. Esta ruptura no es otra cosa que la imposibilidad de recubrir los fenómenos de la locura por los criterios biologicistas imperantes.
Hay, entonces, un frente ideológico político con voluntad administrativa articulada a una burocracia sostenida en un modelo científico que retroalimenta ideales de reducción de costos y maximización de beneficios. Y, por otro lado, un fondo inasible en el cual los fenómenos referidos a la locura rebasan los medios de control multiplicándose y diversificándose.
¿Cuáles son algunas de las consecuencias de la certeza reduccionista del criterio genético que avanza al servicio del capitalismo?
El desborde que altera y transforma los parámetros cotidianos de nuestras vidas con la lógica del código (genético y digital) implica el barrimiento de la subjetividad como efecto de la palabra, de lo simbólico, etc. Y, en este sentido, la clínica es el aparato privilegiado para anoticiarse de estos cambios.
Si bien pueden enumerarse una diversidad de consecuencias preferimos leer un factor común a partir del malestar social: La certeza de la ciencia produce un desalojo de la dimensión del sentido y por lo tanto en muchísimas de las problemáticas sociales y subjetivas se puede percibir un padecimiento ligado a la exclusión ya que es el campo del sentido el que permite el acceso al sujeto.
El paradigma subjetivo actual puede figurarse como “autístico”, producto del desalojo de la dimensión del sentido que lo caracteriza. No en el sentido nosológico sino en el sentido freudiano aunque él acuñó el término como “autoerotismo”. Este aspecto de la vida anímica humana queda salvajemente expuesto y estimulado en el orden actual de nuestro mundo. Y, por ello, el síntoma de la época se podría figurar generalizadamente como referidas a la inclusión.
Entonces, tenemos un mapa de situación en el cual la impotencia de lo simbólico es consecuencia del desalojo de la dimensión del sentido producto del imperativo científico-capitalista. Lo que encontramos son subjetividades cerradas sobre sí mismas cuya problemática se presenta desde el Otro social como un problema de “inclusión”. Los diferentes dispositivos de abordaje se encuentran frente a la pregunta ¿Dónde incluir a los sujetos si lo que parece estar en jaque es el lazo social mismo?
¿Puede nuestra sensibilidad acercarnos a la experiencia que pudiera tener un niño de esto? Si el contexto vital donde crece, lejos de aportar elementos estructurantes que favorezcan su desarrollo, realiza, en cambio, una incitación y estimulación que empuja al autoerotismo a partir del modelo que rompe los lazos. Esto da carácter de urgente a la pregunta ¿Cómo instituir nuevas orientaciones para alojarlos padecimientos? ¿Cómo responder al malestar por fuera de la ciencia y articulando la dimensión de sentido necesaria para el advenimiento de un sujeto?
II. El deporte inclusivo, una alternativa.
El significante que puntúa el malestar de la época es el de la inclusión y este conlleva efectos de exclusión. Sin embargo, las respuestas a estas problemáticas están al servicio de un imperativo adaptativo ya sea mediante una bioquímica o por la pedagogía de la conducta. Este imperativo se infiltra en todas las instituciones, particularmente en los campos de salud y educación. Reforzado por la vía del derecho que liga el sujeto de derecho al Otro social impuesto por la ciencia. De este modo, el campo de la DISCAPACIDAD se constituye como articulador del paradigma subjetivo entre el imperativo adaptativo como practicas productoras de subjetividad.
Por ello, la apuesta por el deporte inclusivo implica desprenderse del marco institucional educativo y terapéutico e intentar construir un lugar renovado desde el cual intervenir a nivel del sujeto afectado por el lenguaje.
Utilizare una matriz conceptual extraída del libro “Ética: un horizonte en quiebra” de Jean Michel Fariña (2002) para presentar el deporte inclusivo como el dispositivo que creamos para poder intervenir en esta situación tan compleja como la que describimos anteriormente. Recordemos que este dispositivo alberga subjetividades que emparentamos a las psicosis y al autismo. Estas subjetividades parecen arrasadas o detenidas por la ausencia de referencias estructurantes que favorezcan la elaboración. Subjetividades que no están inscriptas en el complejo de Edipo y significación fálica donde los síntomas y el fantasma tienen una relevancia particular. En las cuales hay una mayor urgencia por una oferta que se diferencie de la exigencia de normalización adaptativa.
Contrastemos los modelos expuestos
En el nivel particular se inscribe el DEPORTE INCLUSIVO en tanto dispositivo que aloja sujetos con características ligadas al campo de las psicosis y el autismo. Es una forma de NO retroceder ante los fenómenos de arrasamiento subjetivo propios del avance de la ciencia y el imperativo adaptativo ligado a ella. Entendemos que este marco provee las condiciones para modular nuestra oferta. Reubicamos la dimensión del Otro en el deporte, diferenciándonos de las instituciones de salud o educativas. Articulando el resorte de la inclusión desde otro lugar donde prevalezca la producción subjetiva de los participantes. Este marco, decíamos, responde a parámetros clínicos de la psicosis en general y de las psicosis infantiles y autismo. Como forma de intervención se funda en la práctica entre varios, se soporta en el caso a caso y pone de relieve la transferencia como condición de posibilidad de las intervenciones.
1. En el comienzo esta la oferta:
Al estar nuestro dispositivo orientado a niños y jóvenes, principalmente diferenciamos los pedidos de los padres o de la realidad del futuro participante. No suponemos una continuidad sino que producimos en el comienzo una inscripción del corte que ya preexiste entre ellos.
Con los padres el trabajo se sostiene en la transferencia intentando un Otro ofreciendo un espacio diferente donde introducir la implicancia de cada uno de ellos con la producción de su hijo en el dispositivo.
2. Este primer corte va de la mano necesariamente del consentimiento del sujeto a implicarse en el dispositivo.
Este consentimiento tiene dos aristas. Por un lado la abstinencia consiste en rechazar la oferta que podría haber de tomarlos como objetos de goce y por otro lado restringirse a los indicadores de posibilidad de los sujetos. A partir de allí la transferencia es la herramienta con la cual operar.
3. Según esto las actividades deportivas se establecen como “un fondo”, despegadas de los coordinadores.
Se establece un principio fundamental que regula la existencia y da coherencia a las participaciones, se podría enunciar como un “se hace deporte”, en impersonal. Las maniobras transferenciales implican pivotear entre un fondo de actividad y la posición subjetiva de cada participante. En este sentido las actividades están supeditadas a los movimientos de los participantes considerados como electivos.
Ese movimiento de pivote de los coordinadores de la actividad solo se articula a las elecciones de los sujetos. El dispositivo acompaña esas elecciones.
4. Dinámica del dispositivo.
El dispositivo tiene tres tiempos, una apertura, un desarrollo y un cierre. Cada momento responde a efectos subjetivos y no a una medida estándar o basada en la actividad física. Tampoco el eje de la enseñanza deportiva es lo que organiza las actividades. El momento de apertura implica una lectura de los factores que nos permiten dar cuenta de una elección de implicación en la actividad por parte de alguno o varios de los participantes.
Sostener la actividad como fondo, y según el caso, tomar alguno de los coordinadores el rol de pivote permite articular la posición subjetiva de los participantes respecto de aquella a la cual eligen o no incluirse. Favorecer y respetar los modos propios en que cada uno realiza su condición de posibilidad de incluirse en la actividad es el motor del dispositivo.
El cierre de la actividad supone por parte de los coordinadores la elección de un momento privilegiado para la producción de efectos sobre la subjetividad de los participantes.
5. La potencia del deporte reside en la capacidad de acotarse y reducirse a elementos básicos que favorezcan lo posible de cada uno.
La potencia del deporte reside en las posibilidades de oferta. Los parámetros son flexibles, los elementos múltiples y la disponibilidad es llevada al máximo para poder pescar los modos propios de posibilidad y a partir de allí construir. Estas condiciones están dadas en el recorte que realizamos y en la actitud renovada de prepararnos para la sorpresa.
6. La respuesta subjetiva
La dimensión electiva de la participación permite legar las posibilidades de sujeto al marco de encuentro y desarrollo de la actividad. Posibilitando el efecto retorno por el cual es el sujeto no solo inventa sus recursos para la participación sino que es él mismo responsable de su existencia dentro del dispositivo. Ya que la respuesta subjetiva emerge articulada al Otro como promotor de la invención que liga al sujeto a un mundo posible.
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